Edward Hopper o la Poesía de lo Cotidiano
Edward Hopper (1882-1967) es la quintaesencia del realismo pictórico del siglo XX y, sin embargo, sus lienzos siempre se encontraron con una magia en el día a día que supieron fijar en el instante. Esa es la prueba de que su realismo no fue sólo un resultado mimético de lo que contemplaba, sino una interpretación y una elección personal. Por eso, tanto sus personajes como sus paisajes dicen más del propio Hopper que de ellos mismos.
La “soledad” de sus pinturas debe entenderse como un reflejo tanto de su propia introspección como de una condición latente en toda la humanidad. Así, la melancolía, las metáforas de la evasión (trenes, carreteras…), los lugares vacíos en los que uno esperaría encontrar gente, son intrínsecos a su obra.
“Para mí la cosa más importante es el sentido de seguir adelante. Sabes lo bellas que son las cosas cuando estás viajando”
Edward Hopper.
Sus acuarelas las pintaba directamente mientras observaba a los sujetos, haciendo uso de una técnica espontánea que no empleaba en sus pinturas al óleo. También es autor de dibujos con carbón y lápiz que realizaba sobre el terreno, a menudo tomando notas acerca del color y siempre embebido por cuestiones relativas a la estructura.
Las obras más representativas de Edward Hopper podrán contemplarse del 12 de junio al 16 de septiembre en el Museo Thyssen-Bornemiszade Madrid. Esta es una oportunidad única para disfrutar de una muestra excepcional, la mayor exposición organizada sobre la obra del pintor norteamericano en Europa hasta el momento. La exhibición ofrece una selección de 73 obras maestras y analiza la evolución de Hopper en dos grandes capítulos. El primero de ellos arranca con su paso por el estudio de Robert Henri en la New York School of Art y se centra en el periodo de formación del artista. La segunda parte profundiza en su producción de madurez y recorre su trayectoria artística de manera temática.